Autor/autores:
Amel Achour-Benallegue
Varios objetos y artefactos incorporan representaciones de rostros, abarcando obras de arte como retratos, así como artefactos etnográficos o industriales como máscaras o robots humanoides. Estas representaciones exhiben diversos grados de semejanza humana y cumplen diferentes funciones y objetivos. A pesar de estas variaciones, comparten características comunes, en pa...
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Varios objetos y artefactos incorporan representaciones de rostros, abarcando obras de arte como retratos, así como artefactos etnográficos o industriales como máscaras o robots humanoides.
Estas representaciones exhiben diversos grados de semejanza humana y cumplen diferentes funciones y objetivos. A pesar de estas variaciones, comparten características comunes, en particular atributos faciales que sirven como componentes básicos para las expresiones faciales y un medio eficaz para comunicar emociones.
Para proporcionar una conceptualización unificada para este amplio espectro de representaciones faciales, proponemos el término "iconos faciales" basándose en los conceptos semióticos de Peirce. Además, con base en estos principios semióticos, postulamos que los íconos faciales funcionan como índices de emociones e intenciones, e introducimos una teoría antropológica significativa que se alinea con nuestra propuesta.
Posteriormente, respaldamos nuestras afirmaciones examinando los procesos relacionados con la percepción del rostro y las expresiones faciales, así como los procesos de simulación sensoriomotora involucrados en el discernimiento de los estados mentales de los demás, incluidas las emociones.
Nuestra argumentación integra evidencia cognitiva y experimental, reforzando el papel fundamental de los íconos faciales en la transmisión de estados mentales.
"Un rostro es un centro de expresión humana, la envoltura transparente de las actitudes y deseos de los demás, el lugar de manifestación, el soporte apenas material por multitud de intenciones.
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